Críticas
19 de Abril 2022

La objetividad periodística como privilegio masculino

“… el periodista Rodrigo Fluxá, se equivoca al decir que la mejor manera de proteger una víctima es ‘dudar de su relato’ Eso sería reproducir el continuo de violencia que experimenta una víctima, incluida la violencia institucional y mediática. Es violento minimizar el reclamo de una víctima…”, sostiene la Red de Periodistas Feministas en su declaración pública.

El día domingo 17 de abril, el diario La Tercera publicó una entrevista realizada por el periodista Daniel Hopenhayn a Rodrigo Fluxá en razón del lanzamiento de su último libro “Gente común”. Tras una de las últimas preguntas, Fluxá responde que el periodismo consiste en mostrar “el mundo y no en tratar de cambiarlo”. Surgen así una serie de reflexiones donde el periodista va señalando términos que instala como post verdad. En una de las preguntas de Hopenhayn, Rodrigo Fluxá responde sobre la incompatibilidad de ser periodista y activista. A lo que Fluxá contesta: “Lo aterrizo con una pregunta muy simple: un periodista muy comprometido con el estallido, ¿hubiera sido capaz de publicar el caso de Rojas Vade, sabiendo lo que eso implicaba? Yo no sé si lo publica, pero lo más grave es que ni siquiera lo detecta, creo yo. Porque está tan convencido de la causa que no vería las grietas. Si yo fuera activista feminista, por ejemplo, se me habría hecho mucho más difícil investigar casos de abuso.”

Ante una contra pregunta, Fluxá profundiza: “Porque siempre parto por dudar de lo que me cuentan. Y es tu única manera de proteger a la denunciante, porque los problemas que encuentres en su testimonio los van a encontrar otros después. Entonces no puedes decir “esto es verdad porque es verdad”. Hace poco una periodista entrevistó a la ex polola del Potro Cabrera, un tipo de la farándula, y ella lo acusó de drogarla y violarla. Dos semanas después salió a decir que no, que había mentido porque estaba mal psicológicamente. No digo que no pueda haber una periodista feminista, puede haber de todo. Pero yo encuentro que le quita poder, densidad, que me cuentes una historia que calza con todo lo que predicas como activista”. “Y asumo que soy una minoría total en lo que estoy diciendo. Si vas hoy a una escuela de periodismo, de 30 alumnos, 29 piensan que hay que ser activista”.

No nos parecen extrañas las palabras de Rodrigo Fluxá entendiendo que existen campañas para desacreditar el periodismo feminista, en un contexto generalizado que busca confrontar posiciones sobre el feminismo. Hay que recordar que esas declaraciones las emite un hombre blanco y privilegiado, discurso que dominó por años el periodismo. Hombres que se dicen “objetivos”, y nombraron esa subjetividad masculina “objetividad”. Ese periodismo, que también por décadas, nos dijo que nos mataban por celos, donde los femicidios eran parte de la crónica roja. Ese periodismo que también estuvo ajeno a las demandas de diversidad e igualdad. Recordemos que la política y la discusión pública mediática siguen siendo dominados por hombres. Y para las mujeres periodistas, luchar por la libertad de prensa, también implica combatir el machismo en los medios de comunicación.

Lo que si nos parece peligroso es que, en ese contexto, el periodista Rodrigo Fluxá, se equivoca al decir que la mejor manera de proteger una víctima es “dudar de su relato”. Eso sería reproducir el continuo de violencia que experimenta una víctima, incluida la violencia institucional y mediática. Es violento minimizar el reclamo de una víctima, toda vez que el periodista expone un caso falso en comparación de las miles de víctimas de violencia de género en nuestro país, crímenes que de acuerdo a cifras oficiales llegan a más de 500 desde que se tipificará el femicidio.

Son justamente esas devaluaciones, interpretaciones del periodismo feminista (y por ende del feminismo) el más claro ejemplo del privilegio masculino. Es fácil opinar en contra o rechazar todo aquello que no les afecta. Si para el colega Fluxá la violencia de género es un tema que prefiere no tocar en su próximo libro, para nosotras es nuestra realidad cotidiana.Experimentarla es la diferencia entre la vida y la muerte. Sus palabras no solo demuestran falta de empatía, -a nuestro criterio virtud fundamental para ser buen periodista-, también demuestra la postura de seguir silenciando a las mujeres. La misma actitud que dice que los reclamos de las mujeres en contra de la violencia de género son “exagerados” o son parte de una “cultura de cancelación”.

El periodismo feminista recoge los reclamos de quienes anhelan una mejor sociedad para todas y todos: mujeres, infancia, inmigrantes, pueblos originarios, mujeres rurales, personas en situación de discapacidad, trabajadoras sexuales y población LGBTQ+. Creemos que más que usar el privilegio masculino para dudar del periodismo feminista, se puede oír, aprender, reflexionar del conocimiento de las colegas que se abrieron un espacio en este tipo de periodismo. Incluso, aunque implique un esfuerzo enorme de ego, se pueden ceder espacios para que haya un balance en el debate.

El periodismo feminista es activista sí, por el impacto que genera con su trabajo. Es colaborativo, no revictimizante e interseccional. Transita constantemente hacia a otros lugares de discusión, porque siempre pensamos en cómo llevar nuestro trabajo a un mejor lugar. Mientras la historia de vida de cualquier mujer se vea frenada por el machismo, será necesario el periodismo feminista y situado. El periodismo feminista llegó para quedarse y, por ende, abortamos toda objetividad. Le guste o no al señor Fluxá.

Por Red de Periodistas y Comunicadoras Feministas de Chile