Como parte del movimiento de estudiantes feminista, Paulina Guerrero estudiante de sociología de la Universidad Alberto Hurtado, responde a cinco preguntas para entender la actualidad política en clave feminista y evitar que las denuncias de acoso sexual se entiendan como “pequeñas humillaciones”.
¿Qué están exigiendo las feministas? o ¿Por qué están en toma las universidades? son una de las tantas preguntas que he escuchado y leído en la última semana. Si bien muchas de nosotras tenemos claro el por qué de las movilizaciones, debemos aterrizar nuestras ideas y demandas de manera clara y sencilla al resto de compañeras para lograr un movimiento unificado de mujeres, y de paso logramos aportar con un granito a la educación feminista para evitar declaraciones como que los casos de acoso en las universidades son “pequeñas humillaciones“. Para poder lograr este fin, respondí 5 preguntas esenciales para comprender el problema desde su comienzo, y así llegar hasta la actualidad y las demandas que tenemos hoy en día.
La diferencia entre sexo y género es muy sencilla: dependiendo completamente de nuestra biología, el sexo es lo que se designa al momento en que nacemos según nuestros órganos reproductores. El género corresponde, por otra parte, a las normas sociales que se hacen sobre nuestro sexo designado. Ejemplo de estas normas sociales son, que las mujeres debemos ser madres y cuidar el hogar para sentirnos realizadas, o que el hombre debe ser el proveedor de la familia.
Ser mujer, por lo tanto, depende de normas sociales; no es lo mismo ser mujer en África, como en Medio Oriente o en Chile. El ser mujer no depende exclusivamente del sexo biológico sino también depende de nuestra identidad de género, es decir, el género con el cual nos sentimos representadas, lo representemos o no. Sin embargo, en la gran mayoría de culturas alrededor del mundo ser mujer es también estar anclada a un sistema de opresión patriarcal, donde somos valoradas principalmente por ser madres y donde quedamos expuestas a cualquier tipo de violencia por ser socialmente consideradas inferiores ante la figura masculina.
La manera implícita en que generalmente nos vemos disminuidas socialmente es cuando se nos considera como un objeto…
La violencia hacia las mujeres es toda aquella que reproduzca la lógica de que las mujeres somos socialmente inferiores. Esta puede darse de manera física a través de golpes, violaciones, abusos sexuales, tocaciones o, incluso, matando a una mujer solo por el hecho de serlo; de manera psicológica por medio de acoso, insultos, gritos, golpes a las paredes o cualquier otro acto que amedrente a la mujer sin agredirla físicamente; o de manera implícita, cuyas agresiones se encuentran principalmente en la cotidianidad de nuestra cultura, como, por ejemplo, la publicidad, la educación, las instituciones, la legislación, entre otras expresiones, dándole forma a nuestras relaciones interpersonales. La manera implícita en que generalmente nos vemos disminuidas socialmente es cuando se nos considera como un objeto, negando nuestras capacidades y siendo simplemente útiles para el deseo y consumo masculino.
La violencia hacia las mujeres se considera muchas veces como algo normal o algo que siempre ha ocurrido, por lo que es importante tener en cuenta que, en primer lugar, estos tres tipos de violencia son parte de una estructura que los valida y justifica, y, en segundo lugar, cada día nos vamos dando cuenta de nuevas formas de discriminación de las que hemos sido víctimas, por lo que cada día aparecen nuevos grupos feministas en las más diversas áreas que buscan combatir el estereotipo social que se nos ha impuesto.
… el movimiento feminista estudiantil ve en la institución educacional un espacio donde se sigue reproduciendo la violencia hacia las mujeres…
El movimiento feminista estudiantil actualmente exige principalmente la eliminación de la educación sexista, presente en todos los establecimientos educacionales del país y que perpetúa la discriminación y violencia sistemática hacia mujeres, no tomando medidas concretas con respecto a casos de acoso y abuso de parte de miembros de la institución hacia estudiantes, profesoras y trabajadoras; reproduciendo roles de género en el aula, no tomando en cuenta a autoras y académicas en el proceso de formación, reproduciendo discursos que sólo contribuyen a una segregación aún más grande de la que ya existe. En resumen, el movimiento feminista estudiantil ve en la institución educacional un espacio donde se sigue reproduciendo la violencia hacia las mujeres: la educación no nos está liberando como se nos prometió, sino que nos forma para una sociedad patriarcal, donde mientras más nos alejamos de nuestros roles de género más nos castigan.
Son muchas las maneras en que podemos apoyar al movimiento, pero sin duda la más importante es tomando conciencia sobre las maneras en que reiteramos la violencia hacia las mujeres y asumiendo un compromiso para erradicarla. La labor que podemos hacer como ciudadanas/os comunes y corrientes es cuestionar aquello que le estamos enseñando a niñas y niños para luego transformarlo. Alzar la voz en este momento de la historia no responde a caprichos ni a intereses personales, sino que se debe a que ya no tenemos miedo: el rol de género que se nos impuso ya no nos hace tanto sentido y queremos ser las protagonistas de la historia. Por eso, estamos alzando la voz en nuestros lugares de estudio, de trabajo, en nuestras familias y en la calle. Como alguna vez se dijo que queremos democracia en el país, en la casa y en la cama, ahora las mujeres exigimos respeto y dignidad en todos los espacios donde estemos presentes.
Por Paulina Guerrero Cerda, estudiante de sociología Universidad Alberto Hurtado.