Críticas
8 de Enero 2018

La mercancía de los clicks en el periodismo: acentuar violencia hacia las mujeres

En el afán por aumentar la lectoría a través de clicks y hacer sobrevivir al periodismo ante las exigencias de la publicidad y el financiamiento en Chile, las notas que fomentan más estereotipos de género hacia las mujeres, aquellas que rechazan el feminismo y se burlan de él, parecen llevarse todos los clicks.

En Chile, las decisiones editoriales de los medios de comunicación están cada día más compenetradas con la búsqueda de mayor lectoría y “clicks” para sus plataformas web. Se trata de aumentar las visitas de la mano con publicaciones que están lejos de respetar la intimidad y corporalidad de las mujeres.

El pasado 3 de enero el nuevo director del New York Times, A.G. Sulzberger, publicó una editorial acerca de los nuevos desafíos a los que el diario se enfrentará este 2018 y él como su nueva cabeza. El heredero del NYT afirmaba que se seguirá buscando con “curiosidad, valor y empatía las historias más importante de nuestra era”, de cara a los desafíos que impone la evolución digital. Dicotomía a la que la mayoría de los medios de todo el mundo, incluyendo Chile, han tenido que enfrentarse: ¿Cómo continuar manteniendo valores del periodismo frente a la exigencia estrepitosa de los clicks?

Hoy los distintos formatos (televisivos, prensa y radial) han tenido que ampliarse al espacio virtual -cada vez más “real”- que ofrece internet, donde pareciese que las lógicas no son las mismas. Por ejemplo, un medio de comunicación puede subir sus visitas a través de la publicación de noticias que, incluso, podrían ser falsas, lo que significaría un aumento de lectoría y por tanto mayor llegada al lector. Esta estrategia es condenada si es que el mismo contenido es incluido en su versión papel o si se discutiera en un programa radial.

Ahora, la lógica de que los medios se preocupen tanto de los clicks también se relaciona con la mega industria del avisaje y la supervivencia del periodismo a cambio de auspiciadores “desinteresados” del contenido que solo buscan un espacio masivo donde figurar. Entendiendo que la tecnología no es ni buena ni mala por sí misma, es una herramienta que puede ser muy útil como al mismo tiempo muy perjudicial si se ocupa de manera “irresponsable”.

Bajo esta premisa de búsqueda de clicks, más lectores y mayor financiamiento, se sustenta una lógica que llega a ser perversa por su utilización con bajos estándares éticos sobre los que se publica: en Chile pareciese que los clicks se los llevan las notas que fomentan más estereotipos negativos hacia mujeres o aquellas que vienen a rechazar el feminismo, dejándolo en burla.

Si bien existe un público lector de noticias que cada vez exige que los contenidos tengan perspectiva de género, también existe otro que es reticente al cambio y que ve en el feminismo una especie de “bomba nuclear” de las tradiciones que tanto defienden. Este último, por lo tanto, es un ávido consumidor de los miles de volúmenes de notas sobre “la profesora que tuvo relaciones sexuales con sus alumnos”.

En una suerte de esquizofrenia, un mismo medio publica notas sobre la “profesora hot” y los avances legislativos en materia de derechos de las mujeres.

Así, no es extraño ver en la prensa chilena “digitalizada” titulares como “detienen a mujer sospechosa de matar a su esposo con un hacha en Vilcún”, cuando en el país los femicidios registrados en zonas rurales son perpetrados mayoritariamente con esta arma por hombres. Pero eso, no es noticia. Otros como “mujer de Texas mató a sus hijas para “hacer sufrir” a su esposo”, donde el abordaje de la noticia recae en la desfachatez de las mujeres en manipular a los hombres a través de los hijos, fomentando estereotipos que están alejados de la realidad.

Según las estadísticas de ONGs chilenas y diversa literatura, una de las razones de por qué las mujeres denuncian o no, la violencia de género tiene relación con el cuidado de hijos e hijas: ya sea para que el agresor no siga maltratando también a niños y niñas de manera física o psicológica; o al contrario, para que la víctima no sea separada de ellos por denunciar en público lo que sucede en lo privado y, que sabemos, es tan reprochado en nuestra cultura.

No hay que olvidar que esta búsqueda de clicks por titulares morbososo, sensasionalistas y la exposición mediática excesiva y mal intencionada- como lo ocurrido en Bienvenidos con el informe ginecológico de Nabila Rifo durante el juicioes una decisión editorial. No es azarosa, ni tampoco es inconsciente.

Por otro lado, la defensa de la publicación de este tipo de notas se sustenta en la apertura de los medios a todos los temas, en una suerte de búsqueda por el pluralismo, la diversidad y el fin de un “sesgo”. Tanto, que en una suerte de esquizofrenia, un mismo medio publica notas sobre la “profesora hot” y los avances legislativos en materia de derechos de las mujeres.

Si bien hay periodistas responsables de la escritura de estas notas, que esto se convierta en “tendencia”- una pésima moda – y se perpetúe como un modelo, es una responsabilidad de las supuestas “mentes pensantes del periodismo”. La duda entonces es: ¿Qué calidad de editores tiene Chile actualmente, cuál es su conocimiento en materia de género? ¿Van los editores más atrasados que los equipos de periodistas en la incorporación de líneas de trabajo respetuosas de los derechos de las mujeres?

Me quedo con la idea de lo que plantea A.G. Sulzberger: es responsabilidad de la dirección, de editores y editoras generales de los medios mantener los valores del mismo, ajustándose a los nuevos tiempos, probablemente instaurando nuevas éticas- dejando de lado el purismo y el escencialismo- pero siendo consciente y responsables en el desafío de las nuevas tecnologías.

Por Javiera Ortiz Pulgar, feminista y periodista de la Universidad de Chile.