Críticas
1 de Julio 2019

Dirán que no era la víctima perfecta

En esta crítica de medios, la periodista Catalina Arenas Ahumada cuestiona la retórica de los medios de comunicación que recae en hacer de los asesinatos de mujeres un espectáculo; medios y prensa que reivindican relatos contrarios a los derechos de las mujeres.

Dirán que no era la víctima perfecta. También que las mujeres no defenderán a Fernanda Maciel y a la hija en gestación porque “ella se lo buscó”. Lo cierto es que las víctimas son y permanecerán en calidad de tales sin epítetos ni justificaciones. Los Derechos de las Mujeres son parte de los Derechos Humanos celebrados y resguardados por la ONU desde 1989. Esos que tanto cuesta a las mujeres defender internacionalmente, son los que hoy se transgreden, utilizan y banalizan en Chile. Se confunde el debate cuando se dice que el 90 y tanto por ciento de los homicidios ocurridos en el país son contra hombres o que las mujeres también son asesinas inescrupulosas.

Ante el desborde de información y comentarios fuera de foco, busco ilustrar cómo un Estado se hace cómplice de las violencias contra las mujeres. Primero, cuando el crimen contra Ferni– embarazada de 7 meses –  no son considerados en su condición de género, es decir, no se habla ni tipifica el delito como un femicidio porque Felipe Rojas no guardaba una relación “íntima” con ella y además porque el embarazo no era producto de una relación en común. Este panorama normativo atenta contra los derechos de las mujeres y niñas, y significa una ofensa a la dignidad humana de todas por mirar a un lado ante los llamados de auxilio de las mujeres que, para denunciar, deben peregrinar entre Carabineros, PDI, las fiscalías y -si es que es pertinente- en los tribunales de familia.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belém do Pará), a la que está suscrito el Estado chileno, alienta “a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”. Este llamado se pasa por alto, sucede los mismo con la discusión política que debiese darse en torno al crimen de Fernanda Maciel y a que este ocurre por la razón de ser mujer, que su femicida era un conocido (presumiendo que se trataría solo de un responsable) y que le dio muerte en un sitio conocido, una casa bodega en Conchalí, a metros del domicilio de la familia Maciel Correa.

Si analizamos el tipo de relación entre Felipe Rojas y Fernanda a la luz de la perspectiva feminista, urge que se comenten las implicancias de la dinámica del abuso, en vez de dar argumentaciones superfluas que apuntan a una relación afectiva. Ese lazo de confianza bien podría haber derivado en manipulación o abuso de conciencia por parte de Rojas hacia Maciel, en una relación de poder – como tantas otras – basada en el afecto supuesto, el dinero u otro motivo de dependencia. Así se evitan expresiones que exacerban prejuicios como “todas las parejas pelean”, eran pololos (novios), cónyuges o amigos “normales”; en vez de poner el acento en los por qué de las denuncias de maltrato y en el curso que ellas toman cuando se ingresan en las policías.

¿Sólo es un correo con un ‘te voy a matar’ de hace un mes? ¿Estás segura que era tu ex pareja la que llamó jadeando…

Esto nos conduce a una segunda ineficiencia. Los operadores de justicia, tanto en el resguardo por el derecho a la vida libre de violencia que tenemos las mujeres por ser personas, como en la investigación y posterior formalización de cargos para la sanción, llegan tarde y cuestionan la versión de las mujeres: “¿Sólo es un correo con un ‘te voy a matar’ de hace un mes? ¿Estás segura que era tu ex pareja la que llamó jadeando y diciendo que estaba fuera de tu casa?”

Pregunto, si tenemos un Estado y un gobierno tan reactivo, que promueve acciones principalmente para sancionar endureciendo penas ¿Dónde están los recursos para la reparación de las mujeres que sobrevivieron y sus familias, las otras víctimas? Paola Correa, la mamá de Fernanda y sus otras hijas, también esperan un mensaje enfático que garantice su protección y reparación con una ley robusta e integral contra todas las violencias y discriminaciones que así lo estipule. El mismo apoyo que espera la mujer que valientemente denunció a Rojas.

La violencia femicida trasgrede a las mujeres en distintos niveles. Preguntarnos por qué la ex pareja del femicida habló ahora o si es cómplice o no, es una forma de vulnerarla, particularmente a través del lenguaje que ocupan los medios de comunicación, la televisión y sus paneles de expertos. La nueva testigo clave no es “la mujer detrás del soplo”, es una mujer pidiendo ayuda; es en ese caso cuando la prensa amarillista se hace pasar por un típico misógino que le dice a la víctima “si hablas, tú serás tan culpable como yo”.

La espectacularización mediática por el supuesto comportamiento errático y la divulgación pública del perfil psicológico de Fernanda Maciel en el noticiero 24 Horas en horario prime, presenta la retórica misógina que siempre está dispuesta a reivindicar contenidos contrarios a los derechos de las mujeres y las niñas. Más aún, actúan a favor de la dominación patriarcal que esta última semana se ha tomado los medios de comunicación, que han insistido en el tratamiento sensacionalista del femicidio, reproduciendo discursos que incentivan las discriminaciones y la violencia simbólica.

¿Por qué no enfocan el debate público hacia la violencia contra las mujeres como un asunto político y social, en el que se violan sistemáticamente y en distintas formas sus derechos humanos? ¿Por qué no se han levantado cargos por violencia sexual en contra de Felipe Rojas?, ¿A cuántos misóginos van a defender sacándolos del registro público de violentadores como beneficio por su buena conducta o colaboración en las investigaciones? La visión de los derechos humanos de las mujeres es fruto de la inspiración y el trabajo de miles de mujeres en el mundo, de crear nuevos lenguajes políticos en la lucha por la emancipación y erradicación del germen machista de esta sociedad, que ve a las mujeres como una minoría desaventajada. Un movimiento que no se callará.

Son 32 femicidios hasta ahora en este 2019. Que no pasen desapercibidos. Especialmente el de Hellen Barra en Chimbarongo, invisibilizado entre la farandulización desmedida del femicidio de Fernanda Maciel y de Josefa (así llamaron a su hija en gestación), y que también requiere atención, sanción y reparación para la erradicación de todas las violencias contra las mujeres y niñas.

Por Catalina Arenas Ahumada, periodista.

Colaboradora del Observatorio de Género y Equidad · Kairós News.

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