Críticas
26 de Junio 2019

Fernanda, Nicole y Viviana, fue violencia machista mediatizada

Fernanda Maciel es una joven chilena, embarazada de 7 meses, que estuvo desaparecida durante casi un año y medio. Su cuerpo fue encontrado el lunes 24 de junio en una fosa, en el mismo lugar donde la policía buscó una y otra vez; donde su familia insistió que estaba. En esta columna, Paulina Guerrero Cerda cuestiona la violencia mediática, aquella que hizo de la violencia contra las mujeres una banalidad vía la televisión abierta.

Cuatrocientos 99 días estuvo desaparecida Fernanda Maciel, una mujer joven de 21 años de la comuna de Conchalí que tenía 7 meses de embarazo. Su búsqueda, desde comienzos de febrero de 2018, se transformó en un espectáculo que salía al aire casi todos los días en algún canal de televisión. Durante un sinfín de mañanas tuvimos en la franja matutina a los principales canales de televisión abierta emitiendo de manera ininterrumpida sus propias teorías y entrevistas de carácter exclusivas, levantando pruebas vía hechos paranormales, dramatizando peritajes extraoficiales haciendo crecer el morbo de la búsqueda y la desesperación de sus seres queridos como una bola de nieve.

Lamentablemente la noche del lunes 24 de junio se encontró el cuerpo de Fernanda en un lugar que sus familiares insistieron debía ser revisado, una y otra vez, porque según las imágenes de las cámaras de vigilancia del lugar ese fue el último sitio donde se le vio entrar, pero no salir. El principal sospechoso, Felipe Rojas, un amigo de Fernanda y cuidador de la bodega donde se encontró su cuerpo, hoy detenido y a quien se le imputarán los cargos de homicidio e inhumanización ilegal, ya que el cuerpo fue enterrado en un lugar que no cumple con los criterios para que una persona muerta sea enterrada. Bien podría afirmarse que este es un caso policial más de los que ocurren diariamente en Chile y el mundo, pero la verdad es que dado el morbo mediático generado alrededor del caso, cuesta imaginar que la desaparición y muerte de Fernanda sean uno más en el montón.

Comencemos por el tratamiento de la prensa. Desde que Luis Pettersen, pareja de Fernanda, comienza a acercarse a la prensa a pedir ayuda en la búsqueda, se comenzaron a tejer múltiples redes en cada canal de televisión, centrándose más en los detalles de teorías infundadas, que poco cooperaban con el proceso de investigación y la reflexión social: como que Fernanda se escapó con un hombre en un taxi o que tenía vínculos con narcotraficantes del sector. No nos olvidemos tampoco que los canales de televisión tuvieron en sus paneles peritos psicológicos, ex funcionarios de la Policía de Investigación, entre otros expertos para elevar el debate en torno al caso aunque muchas veces confundieran el quehacer de las indagaciones, sobrecargando la presión mediática ante lo delicado que resulta la desaparición de una persona. En palabras sencillas: no hubo ningún criterio de discreción editorial y ética a la hora de emitir contenidos. Ejemplo de aquello es que varios hallazgos de cuerpos en sitios eriazos fueron transmitidos en vivo y en directo, especialmente en horario matinal, donde abundaron los despachos interferidos buena parte de las veces por la preparación de una sopa en base a ingredientes saludables o el traje de baño de la temporada.

Tristemente no es novedosa esta manera en que los medios tratan desapariciones. Hay varios ejemplos más. A comienzos del 2000, ante la desaparición de 14 mujeres -en su mayoría menores de edad- en la localidad de Alto Hospicio, se habló derechamente que habían huido de sus hogares para ejercer la prostitución; sin ir más lejos, el subsecretario del Interior de la época, Jorge Burgos –ex ministro también del segundo gobierno de Michelle Bachelet- afirmó que habían arrancado hacia Tacna en búsqueda de “mejores oportunidades”, descartando la existencia de violaciones y asesinatos. Diez años más tarde, en Puerto Varas, la contadora auditora Viviana Haeger fue encontrada muerta en el entretecho de su casa tras casi 40 días de desaparecida. En el 2017, luego de estar en prisión preventiva por dos años, no pudo comprobarse la participación del esposo Jaime Anguita en el asesinato, siendo condenado otro hombre, José Pérez, quien asegura haber sido contratado como sicario por Anguita. El juicio contra Pérez y Anguita fue ampliamente cubierto por la prensa, casi a través de cadena nacional con la misma lógica de la desaparición de Fernanda: exceso de expertos, recreaciones, testigos y teorías, haciendo referencia a las infidelidades que hubo en el matrimonio más que a cualquier otro hecho.

Podrían continuar los ejemplos: la lectura en vivo y en directo del informe ginecológico de Nábila Rifo, la desaparición de Tamara Zuritade quien también se dijo que había huido con un hombre-, y, sin ir más lejos, el cuerpo encontrado en Huechuraba y que se pensó podía ser el de Fernanda Maciel, pero que pasó inadvertido en la prensa local por ser simplemente una mujer desconocida.

Me gustaría detenerme, sin embargo, en cómo opera la justicia en estos casos. En primer lugar, las negligencias cometidas en los procesos investigativos, que dilatan hasta más no poder las búsquedas de las mujeres y que desemboca en una penas irrisorias hacia los responsables. Sin ir más lejos, la desaparición y asesinato de Nicole Saavedra Bahamondes, camiona, sostén económico de su familia y estudiante; hace tres años sigue sin responsables aún cuando su cuerpo fue encontrado con señales de haber sido torturada hasta que la mataron.

En segundo lugar, la muerte de Viviana Haeger no fue considerada como femicidio, así como tampoco lo será la muerte de Fernanda y como tampoco lo será si un desconocido nos ataca en la noche, mediando violencia sexual hasta matarnos. La figura del femicidio solo está contemplada cuando hay un vínculo familiar con el agresor, es decir, solo se reconoce la violencia de género en el contexto familiar y doméstico, excluyendo todo tipo de violencia que podamos vivir fuera de nuestro hogar. Aquello solo nos deja aún más desprotegidas ante la violencia machista que los medios se empeñan en reconocer sólo como hechos aislados y que la justicia solo los reconoce dentro de la familia.

Hemos hablado hasta el cansancio que la violencia machista es sistemática y estructural, que los asesinatos de Fernanda, Viviana y Nicole están insertos en una estructura patriarcal donde asaltar un cajero automático podría tener la misma condena que una violación. ¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando la indiferencia mediática? ¿Tenemos que esperar que haya una pena carcelaria para condenar la desaparición y muerte de mujeres? Sea el contexto que sea, nosotras nos negamos.

Todo el cariño y sororidad con la familia de Fernanda. A no descansar hasta que se haga justicia por todas las desaparecidas y muertas en manos de la violencia machista.

Por Paulina Guerrero Cerda. Consumidora indignada de medios de comunicación. Co-conductora de Tu Amiga Disidente en Radio Federación. Estudiante de sociología UAH.