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25 de Julio 2018

Comunicar para el aborto legal

[ARCHIVO] Esta entrevista se publicó el 2015 en La MansaGuman (la voz política de las histéricas, santas, brujas, locas, putas y mujeres todas) cuando recién se iniciaba en Chile el debate por la despenalización del aborto en tres causales. Rescata las lecciones de LAICIA: una estrategia política de alto impacto, de alianzas, que sumó voluntades y el trabajo coordinado de las organizaciones, más allá de las diferencias. Ana Ruiz lideró el trabajo comunicacional y reconoció que el contexto chileno era más exigente para debatir de aborto. Habló de hitos, noticias, credibilidad con cero márgenes para las improvisaciones.

Una niña de once años embarazada por los abusos sexuales de su padrastro, fue la primera mujer (niña) en acceder a la interrupción voluntaria del embarazo una vez que entró en vigencia (2006) la decisión judicial de la Corte Constitucional de Colombia que permitió el acceso al aborto legal, pero parcial. Parcial, porque permitió la interrupción del embarazo bajo las mismas condiciones que hoy se demandan en Chile: que el embarazo constituya un peligro para la vida y salud de la mujer; que graves malformaciones del feto hagan inviable su vida extrauterina y que el embarazo sea producto de una conducta sexual abusiva, no consentida, como un incesto, o inseminación o transferencia errónea o no autorizada de un óvulo fecundando. Belén es una niña chilena, tiene once años y también está embarazada por las reiteradas violaciones de su padrastro. Pero en Chile, no hay ley. El país está rezagado.

Para llegar a ese punto, en Colombia pasaron casi tres décadas de demandas lideradas por las organizaciones de mujeres y feministas, a las que se sumaron las solicitudes de la academia vía investigaciones y otras acciones al amparo del desarrollo internacional de los Derechos Humanos. Ese periodo albergó también las propuestas parlamentarias y del ministerio público tendientes a modificar el Código Penal para despenalizar el aborto en determinados casos; la consolidación de grupos de trabajo de personas expertas y el Colectivo por la Autonomía Sexual y Reproductiva que con el tiempo pasaría a constituirse en la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres (La Mesa por la Vida). En su conjunto, emitían una declaración alarmante sobre la penalización total del aborto en Colombia, que constituía un atentado a los Derechos Humanos de las mujeres a razón de más de 400 mil abortos clandestinos y que de acuerdo con el informe del Instituto Guttmacher para ese país cerca de 130 mil mujeres sufren complicaciones derivadas de interrupciones de embarazos inseguras. De estas, 90 mil requieren atención médica por esta razón.

Entrado el nuevo siglo, diversas reparticiones públicas sostenían que el aborto era un atentado a la igualdad en el acceso a la salud; un golpe a la integridad de las mujeres. En definitiva, un tema de justicia social. La Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing +5, 1995) y su plataforma de seguimiento, también fueron un precedente: a los 189 gobiernos participantes (Chile, uno de ellos) se les pidió revisar sus normativas sobre aborto, insistiendo en que su práctica debía ser atendida como prioridad humanitaria.

Alianzas para Laicia

En 2004, la Mesa de “expertos y expertas”, de organizaciones y personas dedicadas al análisis y seguimiento de la problemática, se unieron al movimiento de mujeres y feministas, instalando con más fuerza el debate del aborto en el terreno de lo público. Dado que la vía legislativa no había funcionado, ese año la organización Women’s Link World Wilde optó por iniciar una estrategia de alto impacto ante la Corte Constitucional para liberalizar el aborto llamada LAICIA, Litigio de Alto Impacto en Colombia: la inconstitucionalidad del aborto. Esa iniciativa fue la consolidación de una red de alianzas que fortalecieron la demanda ante la Corte. Cada postura frente a la interrupción voluntaria del embarazo tuvo su espacio. Se respetó cada opinión. Cada una jugó un papel en LAICIA. Pero todas bogaron para convertir la despenalización del aborto en una realidad por la vía jurídica.

Paralela a la estrategia jurídica se diseñó una de comunicaciones que tradujo el debate sobre aborto como un tema de salud pública, equidad de género y justicia social. El trabajo en comunicaciones tuvo la misión de generar una nueva percepción en la sociedad civil frente al tema, generó una discusión permanente y modificó los prejuicios instalados en Colombia. Había que maximizar el valor simbólico de la demanda: una ciudadanía completa detrás de la interrupción voluntaria del embarazo, representando una diversidad de sectores. Para seguir con LAICIA hubo que sintonizar agendas, sellar compromisos y afinar los flujos comunicacionales. La politóloga colombiana Ana María Ruiz lideró esta estrategia comunicativa y reconoce que después de LAICIA ha seguido de cerca los distintos procesos y debates que se han librado en América Latina para despenalizar el aborto. En la actualidad, está asesorando el debate a favor en Ecuador y mirando de cerca lo que sucede en Chile, a raíz del caso de Belén.

“…en Colombia no se hablaba de aborto, el tema no estaba en la agenda. Aparecían informaciones en la prensa y las noticias abordaban las perspectivas puramente religiosas o judiciales. Las informaciones aparecían en la crónica roja…”

P. ¿Qué similitudes hay entre el contexto político de Colombia 2004 y el de Chile 2013? – Hay similitudes porque el aborto estaba penalizado totalmente en ambos países. Pero lo cierto es que la situación es muy distinta. La diferencia entre Colombia y Chile está dada por las comunicaciones y cómo se ha instalado el tema en la agenda política y mediática. En el 2004, en Colombia no se hablaba de aborto, el tema no estaba en la agenda. Aparecían informaciones en la prensa y las noticias abordaban las perspectivas puramente religiosas o judiciales. Las informaciones aparecían en la crónica roja. El tema no se debatía, no estaba en discusión. Esto ya no sucede en ningún país de la región ahora, la ola de liberación de los países o por el contrario, el endurecimiento de las posturas frente al aborto, están en el día a día. El tema sin duda está en agenda, en este momento Chile ya lleva unos años en la discusión, en el análisis de las dificultades. Están en un contexto políticamente más favorable, pero mediáticamente más complicado.

P. ¿Más complicado? Se refiere a los intereses que hay en juego en los medios de comunicación. – Los medios trabajan con blancos y negros, y en la medida que el primer mandatario (Presidente Piñera) o sus ministros aboguen por mantener la penalización del aborto, hace que quienes defiendan la apertura, la liberalización de la legislación, tengan que estar mucho más preparadas para enfrentar ese escenario mediático, para instalar sus argumentos en debate público. De entrada, ya no pueden instalar el tema, porque el tema ya está puesto en la opinión pública. Supone una exigencia mayor, organizarse, estar muy claras en la estrategia a adelantar y en qué herramientas la acompañarán.

P. El caso de Belén salió de un momento otro en la prensa, no estaba dentro de una estrategia. – Si ya eres fuente para los medios en el tema, eres la oposición del presidente. El medio tiene que buscar tu reacción, que es lo correcto, pero si no hay claridad en lo que vas a decir, en tu estrategia, pierdes la batalla dentro de la guerra, porque te cogen ‘fuera de base’. El manejo de las agendas es clave, tienen que mirar a los que están hablando, escuchar lo que están diciendo, para moverse estratégicamente. No se trata de hablar mucho sino de hablar en el lugar donde hay que hablar y hablar para quienes necesitan escuchar.

Cuál es realmente el eje de un tema; no es lo que quiero decir del aborto, ni relatar todo lo que se ha trabajado en torno a él. La esencia al hablar de aborto no es la legislación, la esencia del problema del aborto radica en la mujer, toca su cuerpo, afecta su organismo, desde la cabeza a los pies.

P. Al parecer en temas como la despenalización del  aborto siempre hay agendas paralelas ¿Cómo se desentrampa el discurso? – Tiene que ver con una coyuntura política, la voz de Colombia en el 2004 era de un presidente de derecha con alta aprobación pública, que calificaba a cualquier defensor de derechos humanos como terrorista, públicamente. Tuvimos una primera decisión estratégica no vamos a entrar peleando. Más que una buena pelea, queríamos un buen triunfo. Trabajamos también con una herramienta de pensamiento estratégico que, arbitrariamente, le llamamos el punto verde. Cuál es realmente el eje de un tema (el punto verde), no es lo que quiero decir del aborto, ni relatar todo lo que se ha trabajado en torno a él. La esencia al hablar de aborto no es la legislación, la esencia del problema del aborto radica en la mujer, toca su cuerpo, afecta su organismo, desde la cabeza a los pies. Es un problema de salud, eso es innegable. Muchos estudios así lo ratifican. Pero también es un problema de equidad, de justicia social. Una mujer que quiere abortar lo hará con lo que tenga a mano. Si las circunstancias no lo permiten, lo hará poniendo en riesgo altísimo su salud. Y si cuenta con condiciones favorables, lo hará sin complicaciones. El problema de salud va profundamente ligado al de justicia social. Un ejercicio. Si se paran frente al arzobispo y le dicen las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, el arzobispo les dirán: ustedes no lo tienen porque llevan otra vida. Y hasta ahí llegó la discusión, esa discusión no tiene cómo resolverse. Si le dicen a esa misma persona, acá hay una cantidad de mujeres que se están muriendo por abortos inseguros. Las cifras en la realidad así lo indican… Ahí la discusión se abre…”

P. Pero la trampa se mantiene, en Chile las autoridades insisten que las cifras que se manejan no son reales y que no hay dilemas éticos cuando un embarazo pone en riesgo la vida de la mujer embarazada. – Si ese fuera el escenario, el sistema de salud en Chile sería el mejor de Latinoamérica. Y no lo es. En ese escenario, se está hablando sobre una realidad que no es cierta. Lo que se está diciendo no es real. Habría que preguntarle a las autoridades de salud por los datos que manejan en materia de interrupción de embarazo, cuáles son los costos en morbimortalidad materna. Hay que estar en permanente capacidad de rebatir ese tipo de argumentos.

Las improvisaciones cuestan caro

P. La sociedad civil organizada tiene dificultades para trabajar con los medios de comunicación; las organizaciones de mujeres y feministas, incluso las organizaciones que se denominan “más técnicas”. – Cuando partimos con LAICIA hicimos un análisis profundo de cómo podría reaccionar la prensa, en Colombia. Cuando comenzamos a asesorar a Mónica Roa (de Women’s Link WorldWilde) estábamos arrancando con nuestra empresa de asesorías, Brújula, pero yo tenía un trabajo previo en relaciones públicas y en análisis de percepción de audiencia. La gran mayoría de la prensa colombiana es liberal, una evidencia. Otra, es que los periodistas y los medios siempre van a ser susceptibles a la noticia, tienen que saber presentar una noticia. Se requiere de un máximo cuidado. Con la prensa se trabaja entregando información valiosa y en una sola línea, los mismos mensajes, las mismas fortalezas. No se puede ir adelante con una estrategia de comunicación para despenalizar el aborto sin preparar hasta el más mínimo detalle. No hay permiso para improvisar. Las improvisaciones cuestan caro y son muy comunes en organizaciones sociales. Lo importante no es decir lo que tú quieres decir, sino que decir lo que influirá en las personas a las que tú quieres llegar. Hay que pensar en quiénes van a escuchar el mensaje, no en lo que yo quiero decir.

P. Las estrategias jurídica y de comunicaciones se manejaron de manera paralela. ¿Y si no logran coincidir? – La estrategia de comunicación y trabajo con prensa tiene que ir junto a los objetivos de la acción. El objetivo en Colombia era una demanda ante la Corte Constitucional para revisar la constitucionalidad de la ley, ese era el foco. Cuando tengo clara mi acción, en ese momento comienzo a pensar sobre cuáles son mis audiencias y qué necesito decirles. Recién ahí viene el plan de comunicaciones.

P. Las estrategias coinciden, pero las organizaciones suelen ir separadas en las discusiones públicas, en especial cuando se trata de una problemática como la despenalización del aborto. – Nosotras hemos visto esto en diferentes países. Hay grupos. Unos que toman la iniciativa porque tiene la acción política o jurídica definida, y en el proceso de definiciones y de análisis siempre tomamos en cuenta esas divisiones. Pero una estrategia tiene que trabajar con lo que se tenga y tomar en cuenta eso; ya sea para generar un acercamiento camino a las alianzas y los acuerdos o para que nuestra acción no se afecte con las voces que serán contrarias. Lo que sucede en la mayoría de los casos, es que hay un grupo que está trabajando por despenalizaciones parciales del aborto mientras hay otros que buscan la liberación total. Nosotras estamos convencidas de eso (de la liberación total) pero sabemos que no es estratégico ir con una pelea de esas, pues en ningún país de América Latina, salvo Uruguay, es posible ganar. En Colombia queríamos ganar.

“…la realidad nos desbordó. Los columnistas que se vincularon, los estudios que se publicaron, las opiniones que se fueron dando en los debates que la prensa creó.”

P. ¿Cómo se hace para que esas divisiones sean menos evidentes en el debate público? – Uno siempre quiere que haya unidad y claridad en esas acciones. Pero hay maneras de hacer que esas ‘divisiones’ jueguen a nuestro favor. La posición que pide una liberalización total del aborto hace que la demanda por despenalizaciones parciales se vea como una postura media, y ayuda a la estrategia. Le temo más a no encontrar una fórmula de acción de incidencia real, a que no funcione una estrategia de comunicación acertadamente. Es más difícil ponerse de acuerdo en la acción, que los actores se sienten y tomen acuerdos.

P. ¿Qué cantidad y calidad de producción de información se requiere para mantener el tema en el debate? – Hay que trabajar con una batería argumental fuerte y organizada. Para mantener el interés del tema en la agenda en un proceso largo se requirió, en el caso de Colombia, trabajar una estrategia que fuera marcando hitos que debíamos crear para seguir discutiendo sobre aborto. No se puede parar. Pero la realidad nos desbordó. Los columnistas que se vincularon, los estudios que se publicaron, las opiniones que se fueron dando en los debates que la prensa creó. Un hito que teníamos planificado era la llegada de un experto internacional y debates, la idea era estar siempre generando noticia. Y paralelamente trabajar con una vocería muy bien preparada, seria, creíble para que los medios se enamoren de ella y la busquen. La credibilidad es fundamental.

P. Lo anterior, ¿también aplica para medios ‘conservadores’? – Se debe trabajar en un seguimiento muy desapasionado de los medios. Suele suceder que pensamos que la prensa es más conservadora de lo que es. Podemos estar haciendo prejuicios sobre qué se puede publicar. Hay columnistas que escriben y que provocan verdaderas revoluciones. No podemos pensar en una estrategia de comunicaciones y de incidencia política sin los medios. Hay que tener la habilidad de leer las oportunidades. Leer qué dicen actores que ni siquiera has mapeado. Tampoco se trata de contestarle permanente a quienes están en contra. En Colombia, por ejemplo, decidimos no contestarle nunca a la Iglesia Católica, ese no era nuestro objetivo. La iglesia siempre va a contradecir nuestra labor, eso ya lo tenemos claro.

Por Mónica Maureira. Periodista, feminista, profesora de Periodismo UDP e integrante del Observatorio Género y Equidad y la Comisión de Género del Colegio de Periodistas de Chile. La entrevista a Ana María Ruiz se publicó el 2015 en La MansaGuman, la voz política de las histéricas, santas, brujas, locas, putas y mujeres todas