Críticas
1 de Julio 2018

Mujeres feas

Marcela “Maliki” Trujillo escribe de lo pertubador que fue despertar un sábado y encontrarse con un reportaje donde ocho mujeres acusan al director de cine chileno Nicolás López de abuso sexual y acoso en el trabajo: “La palabra fea me dio escalofríos”, con ella terminó de mandar su sábado a “las pailas”.

Para el sábado tenía un plan productivo: levantarme temprano, ducharme, terminar un cómic y empezar una acuarela, ambos encargos. En la tarde tenía entradas para ir al cine con una amiga. Pero cometí un error. Antes de levantarme tomé el celular, entré a Twitter y leí el reportaje de Revista El Sábado donde ocho actrices acusaban al director de cine Nicolás López de acoso y abuso sexual. Nicolás López es un fan declarado de mis cómics hace tiempo, aunque sólo una vez conversamos en la Feria del Libro de la Estación Mapocho donde me contó que le había recomendado mi trabajo a Torrente, el humorista y director español, con lo que yo quedé emocionada y agradecida. Después de eso me invitó por Instagram a los estrenos de sus películas, a los que no fui porque pensé que estaría lleno de modelos flacas y estupendas con vestidos elegantes y yo me iba a ver horrible al lado de ellas. Mejor veía la película después. Nunca fui muy fan de sus films pero tenía una especie de sentimiento de agradecimiento sólo porque le gustaban mis libros. Me pasa mucho eso. Me pasó con Rodrigo Salinas. Así lo conocí, me llamó por teléfono para decirme que era mi fan y que me quería conocer. Pero nunca llegué a ser amiga de Nicolás López, como me pasó con Salinas que llegó a ser mi editor… y desgraciadamente mi peor pesadilla.

El mundo del cine no se cruza mucho con el mío, pero conozco algunos de los amigos de López y sé que tiene un círculo al estilo “Club de Toby Nerd” donde las mujeres como yo somos invisibles. Me refiero a las feas. Las gordas, las que no son como las actrices que lo denunciaron o las que actúan en las películas; somos mujeres comunes y corrientes, con tetas grandes y caídas, con rollos, sin cuello, cachetes, doble pera y pelo frizz. Convengamos que he tenido mis épocas de flaca, he llegado a tener jeans talla 38, pero eso me ha durado lo que me dura la dieta y las clases de sppining o fighting fittness. Yo soy, a diferencia de Nicolás, una ex flaca.

Y digo que meterme a Twitter fue un error porque mi plan productivo se fue a las pailas y se tradujo en una mañana pegada al celular en pijama twitteando y retwitteando como enajenada hablando sola como si la víctima fuera yo, sin bañarme, sin dibujar ni pintar nada. Tomé desayuno a la hora de almuerzo mientras hablaba por teléfono con un amigo comentando lo brígido de la situación. Un amigo del colegio decía de Nicolás López en el reportaje: “Odiaba a las mujeres feas, las detestaba, casi no les hablaba. Y empezó a buscar rodearse sólo con las que para él eran más bonitas”.  Ese párrafo me liquidó. La palabra “fea” me dio escalofríos. Desde chica supe que no era bonita, entonces tenía que tener otra gracia y descubrí que dibujar era esa gracia, y la cultivé porque sabía que a las mujeres no nos querían porque sí como a los hombres, sino por ser lindas, o buenas en algo. A mí me tocó ser buena. Buena para el dibujo, buena hija, buena católica, buena estudiante, buena polola, buena amante, buena madre, buena profe, entre otras bondades.

Tengo una amiga estupenda y rubia que me dijo cuando éramos lolas en una fiesta, que ser así de guapa (obviamente estábamos ebrias) le producía inseguridad y angustia…

Los hombres como Nicolás López los he visto pasar a mi lado toda mi vida, pero ellos no a mí, a menos que vean mis dibujos. Sólo ahí me ven. A mi me han dicho tan pocos piropos en mi vida que hasta los he agradecido cuando llegan. Tampoco me sacaban a bailar en las kermeses del colegio. Tengo una amiga estupenda y rubia que me dijo cuando éramos lolas en una fiesta, que ser así de guapa (obviamente estábamos ebrias) le producía inseguridad y angustia, porque nunca sabía si lo que lograba era por su facha o por sus capacidades intelectuales. La encontré engreída y no la entendí porque al final uno lo que busca es que te amen, te acepten y te hagan partícipe, da igual como; por bonita o por buena. Qué no hubiera dado yo por haber sido bonita, pensaba. Pero hoy cuando leía el reportaje me acordé de ella y le creí. Las bonitas son las víctimas favoritas de hombres como Nicolás López. No era tan bueno ser bonita al fin y al cabo. La suerte de las feas es que los hombres como Nicolás López no nos ven.

Tratando de aportar a la literatura instantánea de Twitter escribí: “La misoginia de Nicolás López nace de su rabia de no ser deseado sexualmente desde adolescente. El poder y el $$ lo han hecho creer que puede acosar y abusar a las mujeres a cambio de un papel en sus películas. Eso no es ser “jote” es ser “abusador”.

Una seguidora preguntó por qué las mujeres nerds nos comportábamos tan diferentes a los hombres en ese aspecto. Creo, y lo digo por experiencia propia, que el sentirme fea o no deseada sexualmente por los hombres cuando era adolescente no me daba rabia, me daba pena. Cuando mi mejor amigo me pidió pololeo a los 15 años no podía creer que le gustara. De verdad pensaba que era broma y, obviamente, me enamoré hasta las patas al punto de volverme terriblemente celosa y cuando terminó conmigo tres años después (porque dejó embarazada a una amiga), quedé tan mal, que en unos meses me transformé en punk. O sea, me odié a mí misma. La rabia se me fue para adentro.

¿Porqué los hombres como Nicolás López no pueden imitar esa dinámica femenina de las feas? ¿O al menos transformar esa rabia subiendo una montaña o corriendo una maratón?

Esa es la diferencia. Quizás los hombres como Nicolás López externalizan la rabia y la depositan en las mujeres que no los desean porque las culpan por no servirlos y adorarlos como si fueran dioses caídos del Olimpo. Y en mi caso, y quizás en el caso de muchas mujeres, cuando los hombres no nos quieren, nos volvemos autodestructivas, como dijo Jani Dueñas en Netflix, lo primero que hacemos es ir donde un wueón con tijeras (nos cortamos el pelo) nos deprimimos, nos sentimos culpables, nos aislamos. Después decidimos que nos vamos a amar a nosotras mismas, vamos a terapia, al gimnasio, hacemos dieta, cambiamos de pega, de ciudad o de país, pero no abusamos ni acosamos a alguien ¿Porqué los hombres como Nicolás López no pueden imitar esa dinámica femenina de las feas? ¿O al menos transformar esa rabia subiendo una montaña o corriendo una maratón? Por último por qué no van a Fantasilandia y se suben al Raptor varias veces seguidas, gritan como energúmenos, vacían su monstruo y dejan a las mujeres tranquilas de una vez? Es muchísimo más barato que pagarle a la abogada “feminista” sugerida por Imaginacción.

Lo bueno del día es que logré ver “Ocean 8” con mi amiga. Obvio que ninguna era fea, aunque el botox no es muy lindo (dijo la fea) porque son actrices de Hollywood, pero al menos eran pillas e inteligentes y se quedaban con 35 millones de dólares cada una (calculen, porque para las matemáticas no soy buena). Por Marcela Trujillo, historietista y pintora.