Críticas
14 de Noviembre 2017

Urge un periodismo con perspectiva de género: la cobertura del aborto y su violencia

En el reciente debate sobre aborto en Chile, el trabajo periodístico jugó de reproductor, constructor y ejecutor de nuevas violencias. El ejercicio informativo fue vicioso y narcotizante desde la polémica y los dimes y diretes, principalmente, entre políticos y otros hombres en posiciones de poder para hablar de aborto.

Repasar desde una perspectiva de género el trabajo desarrollado por los medios de comunicación en la cobertura del aborto, particularmente el de los noticiarios televisivos, implica reconocer que, en esta ocasión -y, lamentablemente, en muchas otras-, el trabajo periodístico jugó de reproductor, constructor y ejecutor de nuevas violencias. Son varios los puntos que se pueden levantar para corroborar lo anterior. Los abordaré más abajo, pero parto por el que ahora pone luz en el cierre de este tema aun cuando Chile continúa con el 97% de sus experiencias de aborto en el mismo contexto de clandestinidad que se expuso para algunos casos hace unos meses, en pleno debate legislativo. Desde mayo del 2014 hasta el 21 de agosto de este año, sólo fue posible hablar de aborto en los medios nacionales bajo tres imaginarios: riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y casos de violación. Cualquier otra circunstancia advertida, colada o cuestionada -que casi no hubo- en la pantalla de televisión fue rápidamente desprendida o desviada con un “escaparse del tema” o “llevar la conversación a un extremo que aquí nadie está buscando”, como se apresuraron en responder cualquiera de los entrevistados o panelistas.

Sin escaparse del tema, sino ampliando y profundizando el escenario a través de investigaciones, por reporteo, entrevistas, información pública, entre otras fuentes; es posible dar con variadas y distintas aristas y temas respecto al aborto en nuestro país, que están ahí y llevan años. Por nombrar algunas: dentro de las experiencias de interrumpir un embarazo en Chile todavía existe el maltrato de parte de los funcionarios de la salud; el común de los casos no pertenece a las tres causales incluidas en el proyecto del Ejecutivo; la forma más utilizada para inducir los abortos es a través de pastillas y la manera de informarse, a través de internet. Persisten las experiencias de embarazos no deseados por una educación sexual deficiente o inexistente; la seguridad sanitaria de los abortos depende de la capacidad económica de las mujeres; en los casos de decisiones autónomas e informadas, las mujeres se sienten tranquilas con su opción, y lo mismo cuando se trata de abortos con redes apoyo. Aun cuando el aborto es un delito que tiene una muy baja persecución penal, el castigo es selectivo pues las principales castigadas son mujeres y particularmente las más pobres; y en la experiencia del sistema de defensa del Estado, las principales denuncias provienen de los centros de salud a los que recurren las mujeres.

Lejos de informar y ayudar a acercarse al escenario del aborto en Chile, los noticiarios decidieron quedarse en el plano de lo “valórico”, aquel que permitió el modelo de ring y del conflicto.

Sin embargo, a pesar de la evidencia y la diversidad de antecedentes, nada de esto ha sido considerado por los noticiarios -la principal fuente de los chilenos a la hora de informarse-, los mismos informativos que hablaban de contribuir al debate sobre el aborto. Desde la (no)presentación -salvo en la criminalización-, la negación o invisibilización de estas otras experiencias -que nada tienen de singular, al contrario, son diversas y constituyen el 97% de los contextos abortos en Chile, aproximadamente- los noticiarios extendieron una violencia hacia aquellas que se vieron desde otro lugar cada vez que se reinstaló el tema del aborto en la pantalla. Una posición de “otredad” de la que se sirvió el periodismo, construyendo un imaginario de “más abyecto” para estas Otras circunstancias y experiencias de aborto: autodeterminación y soberanía sobre el cuerpo versus el mandato del silencio, marca muchas experiencias de aborto clandestino en Chile.

Desde ahí, no es raro comprobar que incluso dentro del debate restringido que propusieron sobre el tema, “para contribuir a su presentación y discusión”, el ejercicio informativo fue vicioso y narcotizante desde la polémica y los dimes y diretes, principalmente, entre políticos y otros hombres en posiciones de poder. Lejos de informar y ayudar a acercarse al escenario del aborto en Chile, los noticiarios decidieron quedarse en el plano de lo “valórico”, aquel que permitió el modelo de ring y del conflicto.

Se distanciaron y sacaron con facilidad del encuadre las aristas sociales del tema y muchas veces a las mismas mujeres, con un tratamiento periodístico desentendido de un planteamiento desde los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Optaron por el escenario y la pauta del Congreso -casi de forma exclusiva- e incluso violentaron y tergiversaron las vivencias de aborto de aquellas mujeres que sí se sentían representadas por el entonces proyecto, y hoy ley, de aborto en tres causales. Todo a raíz de un trabajo carente de una perspectiva de género que permitió un lenguaje oral y visual erróneo, violento y, sobre todo, patriarcal.

[El periodismo] optó por el escenario y la pauta del Congreso … violentaron y tergiversaron las vivencias de aborto de aquellas mujeres que sí se sentían representadas por el entonces proyecto, y hoy ley, de aborto en tres causales

El tratamiento transversal a las notas desarrolladas por los noticiarios televisivos tendió a dos ejes: la criminalización, aquellas coberturas de denuncia y de carácter policial -donde sí, aquí había, estrecho pero había, lugar para las Otras-; o la victimización de las mujeres y sus experiencias de aborto, anclado a las tres causales, donde las mujeres sólo accederían al aborto desde el padecimiento, desde la mujer víctima. Estos espacios de información graficaron las notas de aborto con fetos en avanzadas etapas de desarrollo, ropa de guagua, pies de recién nacidos y panzas de embarazadas tan grandes que uno sólo podía pensar en que estaban ad portas del parto. En sus locuciones, se colaban todo el tiempo las palabras “madre”, “futura guagua” y “feto” cuando de lo que se hablaba era de mujeres que querían abortar y embrión. Todo articulado en frases constructoras de “una infancia del feto en útero”, término que desarrollan Palma, Moreno y Álvarez (2016); o victimizantes, como “[el aborto] un debate que seguirá apareciendo cada vez que una madre se enfrente al dolor de llevar en su vientre una vida que lo más probable es que no vea la luz”.

Al final de los días, dicha trilogía -feto, ecografías y panzas de embarazadas- construyó falsas dicotomías patriarcales y reforzó las ideas de “aborto: mujer que traiciona su responsabilidad de madre, su devenir mujer” y/o “aborto vs guagua”. El último tiempo solía expresar que me preocupaba que “por una importante contribución de los medios de comunicación, la discusión del aborto acabe aquí, en el proyecto de ley tres causales -un proyecto que, por supuesto, no deja de ser un punto de inflexión, logrado por la lucha de mujeres y feministas del país-”. Repasado todo esto y ya con ley de aborto aprobada, sigo con esa preocupación.

Urge que las/os/es comunicadores/as tomen consciencia respecto al rol que ejercen en las construcciones sociales y simbólicas del aborto -y todo tema abordado por los medios- desde un enfoque de género -interseccional-, considerando su compromiso social de garantizar un acceso a una información plural y responsable. No es menor que el 87% de las mujeres se sienta discriminada, como señala el estudio “Percepciones de las Mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile” de Corporación Humanas, y que en el debate presidencial de Anatel no se tocase ningún tema al respecto. Si los medios corresponden a ese espacio donde las audiencias pueden adquirir una idea de “comunidad”, la idea de colectividad que actualmente se construye a partir del espacio informativo con mayor consumo, los noticiarios televisivos, es sexista y no considera a miles de mujeres, cuyos problemas no son reconocidos por estos medios de representación del espacio público.

Por María Jesús Ibáñez Canelo. Feminista chilena y periodista de la Universidad de Chile. Esta columna es parte de la investigación desarrollada por la autora en Subterráneas e Invisibles: aborto en noticiarios televisivos (2016).